Hay algo detrás

Detrás del espejo, como lo recuerda Alicia, la de Lewis Carroll, hay infinidad de sorpresas y aventuras. Y con ellas nos damos cuenta de que “la imaginación es la única arma en la guerra contra la realidad”.

Creo que era el finado Antonio Caballero quien decía que, en Colombia, en casi todos los asuntos, incluidos los más banales, como un reinado de belleza o un partido de fútbol, siempre “hay algo detrás”. O sea, algo oscuro, algo que se quiere esconder o disfrazar, que huele mal. Agua sucia, o agüita en botella que resulta envenenada. Hay un soborno, una conspiración, una celada. Y no es ninguna novedad. Hemos sido un país de engañifas, de procesos políticos (o parapolíticos) turbios, de fraudes, incluidos los electorales. ¿Qué hay detrás de un presunto suicidio? ¿O detrás de una masacre, que para un presidente —¿se acuerdan? — eran “homicidios colectivos”?

Parece haber siempre un inquietante dato escondido (que no es solo una técnica literaria) en cada suceso, en cada contrato público o privado, en la distribución de un presupuesto, en fin. Y pasa aquí, como si fuera una especie de destino manifiesto, o quizá una etérea predestinación diabólica, que detrás de una erupción volcánica, de un deslizamiento, de un nombramiento ministerial, hay una medida mal tomada, un camuflaje corrupto. Una sospecha de que hubo algo dudoso.

¿Qué hay detrás? Es una pregunta básica del periodismo investigativo (García Márquez decía que todo periodismo debe ser investigativo), que está (o estaba) dedicado a destapar “ollas podridas”. Al principio de uno de los casos más célebres de la historia del periodismo, el Watergate, Bob Woodward se despelucó cuando escuchó en una audiencia de rutina que uno de los cinco detenidos por un presunto robo a las oficinas del Partido Demócrata era un exagente de la CIA. Y por ahí se inició el famoso seguimiento periodístico que hizo renunciar al entonces presidente de la mayor superpotencia mundial: Richard Nixon.

El cuento radica en que hay los “detrás” (¿o serán “detrases”?) que se quieren ocultar, pasar por alto, quitarles significación e importancia. Aquella posición de que “hay gato encerrado” no solo es vieja, sino que tiene motivaciones conectadas con la búsqueda de lo que se pudiera denominar “lo cierto”, “lo verdadero”, lo que no está tan claro, porque hay intereses que pretenden que el gatito no vaya a maullar.

En Colombia, en la esfera de lo público, casi siempre ha habido algo detrás, que no es propiamente una transparencia. Y en la política, ni hablar. Una historia negra de procesos como el 8.000, de “chuzadas”, de compra y venta de votos, de demagogias a granel, de corruptelas sin fin, de grabaciones ilegales, del “todo vale”, que contamina a la derecha, a la izquierda, al centro y a todos los puntos cardinales. Todo un “detrás” se montó para la ejecución infame de los “falsos positivos”. Y así hasta el infinito.

¿Qué hay detrás de unas maletas con dinero? ¿Detrás del suicidio o presunto suicidio de un coronel? ¿Qué hay detrás de la financiación de una campaña electoral? El exembajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, que no es ninguna perita en dulce, según se ha visto y él mismo lo ha mostrado y demostrado, hizo, según él, 100 reuniones electoreras en la Costa y consiguió 15.000 millones de pesos para la campaña de Gustavo Petro. Todo bien. ¿Qué hay detrás de esos 15.000 millones?

El malhablado (y malhadado) político barranquillero, que se ha paseado por distintas toldas políticas (léase politiqueras), muy a su conveniencia, oportunismo y demás maromas, al caer con estrépito y salpicar en su desboque al Pacto Histórico, debe tener muchas más cosas detrás de las que ya se saben. Es, él y otros muchos, parte de esa manera de actuar de muchos dirigentes (o seudodirigentes) de la política en Colombia, de la que siempre no solo hay que sospechar, sino que, ¡cómo no!, tiene infinidad de “pecadillos” en su “detrás”.

Hay muchas cosas que están en el detrás, y de las que, vaya extrañez, nunca se saben más de ellas. O porque las ocultan con distintos mecanismos (como el del olvido). O las manipulan de tal modo que se diluyen y se esfuman, sin dejar rastro. Y no pasa nada. Hay, en este país de espeluznantes historias de violencia y de desgreño oficial, un sinnúmero de situaciones que en su tiempo subyacieron o habitaron en un “detrás” penumbroso, y que pueden ir desde los que manejaron a los “pájaros” de la Violencia, como los que desde hace décadas se robaron tierras, arrasaron campos, despojaron a ahorradores, marchitaron empresas…

Buscar el detrás de las cosas, o, de otra manera, lo que no se ve a simple vista, requiere, a más de independencia y sentido de la libertad, despojarse de cualquier fanatismo. Este, como es sabido, enceguece. Detrás del espejo, como lo recuerda Alicia, la de Lewis Carroll, hay infinidad de sorpresas y aventuras. Y con ellas nos damos cuenta de que “la imaginación es la única arma en la guerra contra la realidad”.

¿Qué hay detrás de las “chuzadas” a una niñera? ¿O de una agüita con cianuro? Tal vez más de lo que, en la infancia, creíamos había debajo de la cama.

Reinaldo Spitaletta para la Pluma, 20 de junio de 2023

Editado por María Piedad Ossaba